Fotografía de Elliot Erwitt
24 octubre 2018
– Él me preguntó: ¿Vas a algún lugar?
– Le quise contestar pero no pude, sólo hice un gesto de extrañeza, dolor, asco y de ausencia de respuesta.
– Él me cogió del brazo, me aplastó contra la pared y me dijo: Quemaré tu alma y tú mejor discurso, pero no pasarás, tu verbo, tu razón y tu cordura están bajo sospecha.
– De pronto, una luz de justicia y la voz del silencio de los mártires me arrastró hasta el mundo de la oscuridad más profunda del saber … estaba en la puerta de la infinidad. Había resucitado.
– Nada serio, la luz era la de la ventana de mi dormitorio cuando un ángel levantó la persiana y la voz no era otra que la de mi niña advirtiéndome de que iba a llegar tarde a la revisión anual si no dejaba de aullar en uno más de esos extraños sueños que suelen incomodar mi subconsciente durante las noches de tormenta imaginaria, donde las naves del pirata más cruel abordan mi más frágil e inventado, velero infantil.
– La pregunta que debiera hacerme y no soy capaz de hacerme, es: ¿Qué caray hago yo en esos viajes nocturnos de mis sueños de otoño, donde el frío me despierta y el calor me derrama? ¿Son premoniciones o tan solo un estúpido miedo a tener que dejar de escribir … o de vivir?
– El miedo es gratis, el sueño, los sueños, es y son … incontenibles, sí, pero la vida, sentirme vivo, me activa, me anima, me hace fuerte, sí, sentirme vivo ante tan crueles sueños de dormitorio me hace sentirme tremendamente feliz por haber sido capaz de ello, de resucitar cada madrugada para poder vivir cada segundo de lo que me quede, aunque en sueños intenten aplastarme contra la pared de lo imposible.
Fuente: https://goo.gl/SvDHLH
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