Fotografía de javicalvofotografo.es
31 enero 2021
Todo iba bien pero aún podía ir mejor … entro a la Misa de ocho y, horror, no hay nadie … “El Párroco tiene la gripe y no va a venir” – me dice la rubia y minifaldera sesentona de todos los días – ….
… y yo allí me he quedado, adorando a mi Dios en un improvisado juego de ejercicios espirituales con mi vecina de banco que sólo ha sido superado cuando doña Vicisitudes – la mujer que ayuda al orden de y en, la Iglesia – me ha dicho: “Señor Enrique, puede pasar a la sacristía que el café y las pastas están preparadas pues el señor Párroco así me lo ha dejado escrito” …
… y yo que soy débil de carne y ahora, también, de huesos, he aceptado la invitación al grito de “Gracias doña Vicisitudes pero sólo soy Enrique para usted y para esta rubia señora que seguramente le gustará tomar el café que el Párroco hoy no se podrá tomar” …
… y así ha sido, lástima que todas mis queridas beatas, compañeras de banco de misa que no fui capaz de ver en mi primera visión del escenario, se apuntaron también, pero no fue lastimoso por lo que algún degenerado colaborador de algún DeLuxe televisivo pudiera opinar, no, nada de eso, es que yo sabía que pasaría lo mismo que les pasa a los políticos de nuestra rica Spain casi siempre: Nunca hay café, ni pastas, para todos.